El mas chido artista de la harina se ve obligadoa defender a mandil y rodillo su negocio de seres malolientes con no muy claras intenciones que invaden las calles de su popular y pintoresco barrio. Mas insistentes y violentos que los acostumbrados cholos de la Benito estas aberraciones agreden al señor Henández Artiaga que tan amablemente les atendia como a un cliente mas.
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